
La floración de los rosales es una maravilla. Sin embargo, siempre hay algún hongo o pulgón dispuesto a frustrar el espectáculo. Los pulgones y hongos suelen ser una visita indeseable y rebelde a la cual muy pronto se habitúan los que cultivan rosales. Una manera de minimizar su acoso es, para empezar, conseguir plantas fuertes y saludables. Esto quiere decir: • Situar los rosales en lugares soleados y espaciosos. Si es en un tiesto, tiene que ser profundo y de un diámetro de al menos 40 centímetros. El ideal es que el rosal no lo comparta con otras plantas. • Necesitan buena ventilación y por lo tanto se tienen que evitar las plantaciones densas, que impiden que circule el aire. • Las malas hierbas contribuyen a crear un microclima negativo y sirven de refugio a las plagas. • El sustrato se tiene que mantener hidratado, cosa que no quiere decir que esté lleno de agua sino fresco, evitando la sequedad de las raíces. • Extender una capa de "mulching" contribuirá que se conserve la humedad. • Es esencial que el tiesto o el agujero de plantación cuenten con buen drenaje. • Para asegurar una buena floración el ideal es aplicar estiércoles compuestos dos veces al año. El exceso de fertilizante favorece la proliferación de pulgones. • A la hora de podar, las tijeras tienen que estar muy afiladas y ajustadas porque los cortes sean limpios y no se produzcan rasgones. • Si detectas una plaga u hongo es imperativo actuar inmediatamente para minimizar el daño. Si tienes dudas sobre el tipo de enfermedad haz una foto o trae una hoja o flor a tu centro de jardinería y pide que te recomienden el producto adecuado para controlarla. • Quema las hojas caídas y los restos de poda puesto que en ellos permanecen las esporas de los hongos. • Un truco para mantener alejados los pulgones: sitúa junto a los rosales una planta de geranio limón (Pelargonium crispum). El fuerte aroma cítrico de sus hojas de los asusta.